Sonorama Ribera 16 en cinco conciertos
Antes de escribir sobre lo importante quiero reivindicar que alguien debería arreglar el tema de la supervivencia en los festivales. Acabo de regresar de Aranda de Duero, con el Sonorama, un lechazo a mis espaldas y mil litros, y lo primero que he tenido que hacer ha sido dejarme caer por el baño para volver a respirar. Era un cuestión de dignidad. Eso sí, la comida y la bebida en el festival un 10, al igual que la disposición de los escenarios, el sonido y el ambientazo.
En cuanto a la música, el Sonorama ha sido un buen festival y aquí va mi visión sobre cinco de los conciertos celebrados en la provincia de Burgos caminando desde el sábado al jueves.
El último de ellos que vi con ganas, con fuerzas más bien, fue el Cénit de Standstill. No había tenido la oportunidad de escucharlos en directo, y en este caso también con razón verlos. Fue un auténtico placer finiquitar mi cuerpo con su actuación. Presentaron un espectáculo audiovisual muy serio. La mística y la fuerza de su música sumadas a la potencia del despliegue visual llegaron a transportarme cerca de donde reside la verdad.
Antes había pasado con ganas al lado de Havalina. El trío se llevó a casa la anécdota del festival, que entre el público y la banda se convirtió en volcán. Cuando estaban interpretando su último tema, el sonido que salía hacia fuera se apagó. No me voy a aventurar a decir si fue un fallo técnico o una cuestión de tiempos pactados, pero la banda cerró un buen concierto a golpe de rabia con el volumen pelón de las pantallas y los amplificadores mientras el público se crujía las rodillas.
De Travis sólo diré que me encantó. Que sí, que ofrecieron single tras single, pero lo disfruté y punto. Fue un placer ver envejecer a Escocia en su propia madera y mirarme a los ojos mientras cantaba Turn junto a mi gente, pegando botes y cogiendo una ronquera de tres días.
Del Azote de La Mancha estoy orgulloso, y más viniendo de donde yo llegué hace ya treinta años. Mucho lo dieron todo y palparon el Apocalipsis. Desde que vi la presentación de su segundo LP en Toledo hasta este concierto, han crecido por encima de sus propias cabezas. Seguimos, pues.
Egon Soda inauguraron la música en el recinto del Sonorama bañados por el sol, y lo hicieron casi en lo más alto. Les faltó un tema y lo saben, el tiempo se los comió, pero estoy totalmente convencido de que Javier Marías hubiera acabado totalmente orgulloso de su directo.
Hay más, mucho más, pero no hay que abusar. Lo que sí diré es que me gustaría que las bandas españolas, salvo excepciones, explotaran del todo. A veces echo de menos un toque de, ¿cómo decirlo…?, un solaco de vez en cuando, ¡joder!
En fin, aún tengo que limpiar mis entrañas y recuperar horas de sueño, pero eso se queda de puertas para adentro, como también se quedaron en Aranda otras tantas cuestiones.
Egon Soda, Nueva Internacional.
POR LEVITÓN
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