Fog on The Tyne de Lindisfarne en Navidad
* Texto inpsirado por Fog On The Tyne, de Lindisfarne *
En la niebla, sumergidos en la niebla, nos criamos, y en ella decidimos sin tener que emitir ni una sola palabra sobre el asunto que cada instante que pudiéramos recoger juntos nos lo íbamos a pasar brindando para celebrar la propia amistad y el bendito amor que nos protege desde hace más de quince años. No nos ha sobrado nunca ni una sola palabra, ni una. Hemos agotado todas las que conocemos y aún así las seguimos respirando como si se tratasen de nuestro único y necesario alimento. Hemos escuchado más de una vida y media de música sentados en casi todas partes, y, si no teníamos equipo al que engancharnos con las orejas, nos sacábamos de casa las guitarras y nos rompíamos las gargantas sorbiendo el pulso de estar viviendo consecuentemente.
En la niebla encontramos nuestro hueco y buscando refugio en salones privados o en salas públicas de su humedad nos calentamos a base de trigo y tierra roja. En cada sorbo de niebla y cebada hemos visto morir y resucitar todas las penas y las alegrías de estar vivos algo más de tiempo. Hemos derribado muchas pilas de tercios en muchos bares de varias ciudades y, cuando llegábamos al final de la remesa pertinente, se nos hinchaba el pecho a todos y nos comíamos a abrazos y a besos, porque nos hemos dado muchos besos entre llantos.
Siempre que me pongo a escuchar a Lindisfarne, y sonrío con sus pintas, me brota de lo más profundo de las tripas el amor verdadero, ese que te hace sentir que puedes seguir caminando junto a ellos hasta coronar la última cumbre, o el Mondalindo, que fue la primera que subimos todos juntos. Porque no sólo hemos bebido y comido como Dios manda, sino que hemos paseado cerca y lejos, visitado museos, disfrutado de la magia del cine, leído en común y con la voz muy alta y celebrado cada triunfo individual como si fuera de todos.
Siempre que suenan las melodías de Lindisfarne me recorre el cuerpo el escalofrío de la distancia cercana, de sus voces, de sus gritos, de sus divagaciones, de saber que soy muy afortunado y de que “no, no le pasa a todo el mundo”, “¿el qué?”, se preguntan, tener varios puñados de amigos, porque no cabemos en una sola mano, ni siquiera en dos, que son uno de los grandes secretos de mi vida. Y es que, a veces, hacemos cosas en secreto que merecen la pena ser contadas en público. Como, por ejemplo, estar orgullosos de poner en marcha Mi Chambergo de Entretiempo a la luz de la niebla.
Fog On The Tyne, de Lindisfarne.
POR LEVITÓN
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