Wanda Eslava: Una historia madrileña – Crónica del concierto de The Black Angels en Madrid
El taxi que nos baja hacia Sol por la Castellana pasa por el centro comercial donde antes estaba el Bernabéu, camino del concierto de The Black Angels. La Cibeles nos recibe en rojo carmesí alertándonos que todavía hay sangre mejor que la mía, mejor que la vuestra. Ya a pie, poco después de pasar por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y antes de llegar hasta la Feria del Charco y el Material del Construcción que se ha convertido Sol la osa nos mira como diciendo: «Allá vosotros».
Hay ganas de llegar a la Joy, más de dos años sin pisar uno de mis lugares favoritos, y más si es para disfrutar de la presentación del sexto trabajo de los de Austin, Wilderness of Mirrors, magnífico doble álbum. Ganas, muchas ganas.
Pero a la llegada otra vez el color rojo nos alerta del peligro. Esta vez en los nuevos rótulos de la entrada de la sala. Los míticos azules que rezaban Joy Eslava se han esfumado como dinero público en manos del hermano de Ayuso. Los nuevos, rojos, nos indican que entramos en el Teatro Eslava.
Ya dentro, el horror. ¿Estamos en la cantina de Star Wars? ¿Se quedó a medio reformar? Ya no hay luces en el cielo eslavo, «Todo está atrezao» como diría el Burton chanante, mal «atrezao».
Menos mal que estaban Black Market Karma para sacarnos con su sonido psico pop sesentero del mal viaje de la llegada. Con toda la formación londinense al filo del escenario nos engatusaron para que ya, con la sala llena, nadie dejara de prestarles atención por contundencia y un puñado de grandes temas de sus ya 10 discos, 8 de ellos en apenas 4 años.
El sonido sucio y garagero creímos, por desconocimiento de la banda, que era su seña de identidad, pero con la salida de The Black Angels llegó el gran chasco de la noche. El gran sonido que tenía la sala previa a la reforma se debió ir junto a los escombros, la bola de espejos y el gusto estético.
Más de 5 canciones hasta que los tejanos pudieron tener una acústica decente. Ese comienzo de concierto sonó como si Los Planetas presentaran su primer EP Medusa: amalgama de ruido sin apenas hueco para la voz del frontman. Una la lástima porque por allí se perdieron: History of Future, Icon o la magnífica, y tema para escuchar el bucle infinito, El Jardín. A partir de ahí, apoyados en unos buenos visuales y juegos de luces, The Black Angels desplegaron su moderna psicodelia, a ratos stoner, a ratos post-punk para que finalmente quedara un concierto muy disfrutón, con picos muy altos, como con Prodigal Son o Entrance Song o Young Man Dead.
Después de 22 temas, para poner la guinda, la simpática, y sobre todo grandísima “bataka”, Stephanie Bailey nos hizo entrega de una baqueta que en cuanto tengamos montado el » Hard Chambergo Café» pondremos en una vitrina junto con el casco de Héctor Vomitaylor de Ángel y Cristo o el mono rojigualdo de Tendido Cero.
Algún tema se quedó en el tintero, como Comanche Moon o Currency, pero eso se solucionó minutos después en el Wurlitzer de Gran Vía. Unas cerves y un par de bailes después, el trio Chamberguiano volvió a coger el taxi rumbo al extrarradio con la sensación de haber perdido algo mientras la ciudad nos canta:
«Puedes construirme o puedes destrozarme».
Fotos y Texto de Mangas de camisa.