La lista de la compra de Joaquín Sabina
No seré yo quien le quite mérito. Es uno de los mejores letristas que hemos tenido nunca en España y, sin duda, el poeta más popular del país en las últimas décadas. De un malditismo algo cansino, cierto, pero seamos justos, bien traído y mejor llevado. El caso es que cada vez que escucho algún disco suyo no puedo dejar de notar el gran salto cualitativo que existe entre unas canciones y otras. Y creo que en esa diferencia tiene mucho que ver esa técnica de composición que, si bien se repite a lo largo de toda su carrera, ha ido siendo más socorrida a medida que pasaban años y discos. Las listas de la compra de Joaquín Sabina, un subgénero en sí mismo de la tradicional enumeración poética.
La técnica es relativamente fácil y muy resultona. Una perorata de versos más o menos bien acabados, siempre con cierto ingenio y llenos de figuras poéticas. La relación entre ellos no es necesaria a priori, aunque luce mucho intercalar alguna contradicción: «Es mentira que fui ladrón de bancos, es mentira que no lo vuelva a ser » o tautología: «Ahora que está tan sola la soledad ». Llegado el estribillo, se echa mano de una premisa más o menos peregrina: «Así estoy yo sin ti, nos sobran los motivos, todos menos tú » que pueda aunar tanto tropo, y listo. A por la segunda estrofa.
Hay casos y casos. La del pirata cojo, por ejemplo, tendría un plus que no tienen otras. Al fin y al cabo queda perfectamente explicada la premisa de la canción en los primeros versos: «A colarme en el traje y la piel, de todos los hombres que nunca seré », y a partir de ahí comienza la letanía. El proceso compositivo es igual de poco exigente pero digamos que la justificación existe y prepara el terreno. No se trata de una lista de vaguedades cogidas con pinzas, sino de una enumeración tipológica concreta y argumentada. Son casos aislados. Las más de las veces la premisa que maneja el poeta no tiene entidad suficiente y se convierte en mero continente de creaciones poéticas menores que, de otra manera, no tendrían salida.
Parece una idea plenamente aceptada que la peor canción de Sabina es No soporto el rap. A mí la verdad es que esa especie de divertimento carrocil me da mucho más juego que, por ejemplo, Seis de la mañana, que no es más que otra lista de la compra revisitada. ¿O no era esa la hora a la que ladraban Los perros del amanecer en su propia enumeración de ocho años antes? Son casi las seis, como cada mañana… y ancha es Castilla. Sabina abre la bolsa con una mano mientras con la otra arrampla con todo el expositor de metáforas, oxímoron, metonimias, sinécdoques y sinestesias hasta salir del supermercado con una buena compra que pueda servir para una cena quizá no tan buena.
Joaquín Sabina – Todos menos tú, 1992 (la mala lista de la compra)
La grandeza de un poeta de masas es fácil de medir: o dice lo que nos gustaría que nos dijeran, o dice lo que nos gustaría haber dicho. Ustedes eligen:
«“Soy del color de tu porvenir”
me dijo el Hombre del traje gris
“no eres mi tipo” le contesté
y aquella tarde aprendí a correr.»
O bien
«Tenemos memoria,
tenemos amigos,
tenemos los trenes,
la risa, los bares,
tenemos la duda y la fe,
sumo y sigo,
tenemos moteles, garitos, altares.»
Si me preguntan la diferencia, diría que por un lado hay canciones que se forman con versos y por otro hay versos que se cosen en canciones. “Lo que pasa es que soy bastante rápido para escribir en verso y un desastre para la prosa”. Sí, Joaquín; el tema es que las canciones, las buenas canciones, tus buenas canciones, son historias. Historias cantadas. Prosa contada en verso, vaya.
Joaquín Sabina – Nacidos para perder, 1988 (la buena lista de la compra)
POR JUBÓN