Disco Las Palmeras!: Pasión por el ruido
En la vida hay muchos placeres poco saludables, y con una actitud totalmente hedonista se antepone el disfrute a las posibles malas consecuencias que puedan acarrear este tipo de deleites. Haciendo un repaso a las cosas que me satisfacen y que en cierta medida perjudican a mi salud, y que se puedan publicar en un blog; he de reconocer que me encanta salir de los conciertos con los oídos pitando. A los decibelios y los vatios como a tantas otras cosas hay que aplicarles la máxima de más vale que sobre que no que falte. Este axioma lo siguen a rajatabla Disco las palmeras! .
Haciendo memoria, la última vez que mis tímpanos vibraron de una manera frenética fue el pasado 18 de mayo en la sala Nasti de Madrid. Los responsables fueron la banda gallega de noise y shoegaze Disco las palmeras! Con su álbum de debut, Nihil Obstat (2011, Matapadre Records), han estado nominados en la categoría de artista revelación en los Premios de la Música Independiente y lo han presentado en numerosos conciertos por toda España.
Llama poderosamente la atención de este trío que prescinda del bajo. La explicación es bien sencilla. Por lo que viene reflejado en una web especializada en música, cuando se formó el grupo, de cuya primera alineación solo se mantiene el cantante y guitarrista Diego Castro, nadie quiso ponerse al mando de las cuatro cuerdas. Así que optaron por dos guitarras de las que sacar el mayor «ruido» posible con una amplia gama de pedales.
A lo que iba. En el mencionado concierto de hace varios meses, el combo formado por José Castro, Diego Castro y Julián L. Goicoa llevaron su noise-rock hasta las últimas consecuencias, aunque eso supuso problemas de audición pasajeros posteriores al show entre el público.
Las características del local ayudaban al tsunami de guitarras distorsionadas que desataron Disco las palmeras! Para los que nunca han estado en dicha sala, la Nasti es un pasillo un tanto estrecho en el que el escenario está situado en uno de sus laterales. De tal forma que no había escapatoria alguna ante la tormenta que nos cayó a los asistentes.
Tanto por el estilo del que hacen gala como por lo comentado en el párrafo anterior, era de esperar que se perdieran matices con respecto al sonido que ofrecen en su primer disco. Pero no sé si alguno de los presentes estaba preparado para la nebulosa sónica en la que nos envolvieron. La voz de Diego Castro se convirtió en un elemento menor del concierto, en el que el protagonismo fue a parar a Julián L. Goicoa y su muy personal forma de tocar la guitarra.
Cual obrero taladrando una acera con un martillo neumático, Goicoa apoyaba el clavijero de su guitarra contra el suelo, extrayendo de ella los acordes más estridentes. En esta postura tan poco ortodoxa, exprimió al máximo las posibilidades de las seis cuerdas para construir un estruendo chirriante. Tampoco se puede calificar como ortodoxa la manera con que Diego Castro se las entiende con el micrófono. Dispone el pie de micro formando un ángulo recto, de tal manera que tiene que agacharse levemente para cantar. Si a esto le añadimos el peso de su guitarra, su espalda no debe salir muy bien parada después de cada concierto.
Dejando a un lado los posibles problemas vertebrales causados por las exigencias del directo, y volviendo al tratamiento tan especial que daba Goicoa a su «herramienta», durante los primeros temas del repertorio el guitarrista mantuvo esta posición hasta que una persona, debería ser el mánager o unos de los organizadores del evento, le llamó la atención; y el músico recuperó la compostura. Eso sí, el sonido no se resintió y Disco las palmeras! continuaron deleitando al respetable con su atronadora pasión por el ruido.
Por Trenca
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