Oasis. Batallitas en La Cubierta, FIB, Palacio de los Deportes y casi en Salamanca
Es un día importante, de esos que dejan marca: mi primer concierto «grande», en otra ciudad y de una banda internacional. Y no una banda cualquiera, voy a ver al grupo de mi vida (de mis 15 o 16 años de vida): Oasis.
Llevo un gorro de pescador como los que ha vuelto a poner de moda la Gen Z. Un incongruente colgante de tabla de surf y una camisetilla de rayas medio hippy. Absurda mezcla.
Estamos a 19 de mayo del 2000 y me dirijo a La Cubierta de Leganés con dos amigos del instituto. En realidad no vamos, nos llevan. Nuestras madres fueron las condiciones de posibilidad de este sueño: una de ellas nos llevó y otra nos vino a recoger. No somos más que tres pipiolos toledanos fanáticos de los Gallagher.
Como teloneros unos Melón Diesel que lo estaban petando por aquél entonces y de los que nunca más se supo, ¿no? (Estoy segura de que leer ese nombre acaba de arrancar una sonrisa a más de uno. Desbloqueando recuerdos).
Del concierto en sí recuerdo emociones: la pureza de las primeras veces, la feliz excitación de estar lejos de casa, la incredulidad de tener delante a mis ídolos, de verlos en carne y hueso a unos metros de mí. Una explosión de felicidad.
Recuerdo también estar subida a hombros, al igual que el disco que presentaban. Los minis de antes o después en un bar de viejos cercano. El apoteósico arranque con Fuckin in the Bushes que tan bien hicieron en mantener como costumbre. La mítica camisa de floripondios blancos y negros de Liam, sus jugueteos con la pandereta, sus poses. La serenidad de Noel, las interacciones entre la banda, su solidez, los temazos.
Creo que antes de Internet todo se vivía de forma más intensa e inocente. O quizá solo es cosa de la adolescencia.
Demos un salto de 2 años. Lo de ir a Madrid ya no es novedad, de hecho, vivo allí. Pero de nuevo toca desplazarse. Nos encontramos en la estación de Chamartín esperando al tren que nos llevará a Salamanca, porque, por algún motivo, el tour de Heathen Chemistry no pasaba por la capital.
Parece ser que fue una gira floja, como el disco (siempre he pensado que de sus últimos 5 álbumes sale uno bueno). No lo puedo corroborar porque el concierto no lo vi. El querido Liam hizo de las suyas: el día anterior se dedicó a conocer la noche salmantina, se contagió de espíritu universitario y acabó con una faringitis que le impedía cantar. No llegamos a subir a ese tren; no sé cómo nos enteramos justo a tiempo de la suspensión del concierto y con el rabo entre las piernas volvimos a casa.
Con el miedo a la cancelación repentina heredado de esa experiencia, nos plantamos un domingo de 2005 en el FIB para verlos de nuevo, sin camping ni nada, con la brillante idea de dormir en la playa. Spoiler: no lo recomiendo.
Ese año habían sacado Don’t Believe the Truth y yo empezaba a ir a verlos por el pasado más que por el presente. ¡Menos mal que tenían The Importance of Being Idle! En cualquier caso fue un concierto muy satisfactorio que disfrutamos un montón. Aunque el recuerdo de esta ocasión es a la mañana siguiente, que en la playa estuve jugando y fotografiando a unos cachorritos que tenían una pareja de punkis. Hasta que la chica se mosqueó y me espetó, arrastrando las palabras: “pero no les hagas fotos, llévatelos”.
Se ve que me supo a poco, porque en noviembre de ese mismo año repetí en Madrid. Además, Oasis llevaban a The Coral que me encantaban. Y aquí tengo que ser sincera. Sé que fui a ese concierto porque aún conservo la entrada y porque me lo han confirmado, pero por algún motivo no tengo el más mínimo recuerdo de él. No puedo escribir nada. Lo lamento mucho, la verdad.
Y llegamos a febrero de 2009 en el Palacio de Deportes. Era una noche gélida, que contrastaba con el entusiasmo, la calidez y la entrega del público. Una enorme emoción flotaba en el ambiente. Entre la variopinta audiencia (los mods de siempre, treintañeros que entonces me parecían súper mayores, chavalería y algún guiri) proliferaban las sonrisas, mezcladas con cierta impaciencia y expectación.
Fue un conciertazo brutal, potente, buenísimo a pesar de que venían con Dig out your Soul bajo el brazo, del que solo se salva I´m Outta Time. Pero los clásicos se sucedieron sin cesar; la banda parecía compacta, Noel estuvo impecable como (casi) siempre, y Liam hizo de Liam a la perfección.
Dicen que lo malo de las últimas veces es que casi nunca somos conscientes de que lo son. Sobre Oasis siempre revoloteó la sombra de la disolución, del último disco, de la gira final. Y así fue. 6 meses más tarde, Noel Gallagher comunica la disolución de la banda.
Escribo esto y me recorre un escalofrío mitad orgullo, mitad melancolía… Sí, estuve en el último concierto de Oasis en Madrid. Ahora me siento afortunada aunque en ese momento ignoraba lo que estaba por venir. Y que, lejos de apagarse su llama, 14 años después Oasis seguirían siendo una banda de culto, amados por nuevas generaciones que ahora sienten envidia de lo que yo, y muchos otros, vivimos. Gracias por tantos momentos.
Fotos y texto de Bata, la bookstagrammer también conocida como Viva Leer.