The Black Keys y Two Gallants

The Black Keys y Two Gallants: Dobles parejas

Siglo XXI en todo su esplendor: en la misma semana veo a dos dúos estadounidenses: The Black Keys y Two Gallants. En común tienen, a parte de su procedencia, que es suficiente con una voz, una guitarra y una batería para captar la atención de su público. Y la barba como seña de identidad. Más siglo XXI: uno de los grupos debe gran parte de su fama desmesurada a la magia de la red y la popularidad de un video, entre otras cosas.

The Black Keys y Two Gallants, sin embargo, ofrecieron espectáculos antagónicos: 15.000 personas en el Palacio de los Deportes frente al sudor acumulado en una pequeña sala, como El Sol. Miles de gargantas tarareando estribillos sin parar o el alivio que sintieron algunos de los que pudieron, simplemente, reconocer algunas de las melodías más pegadizas de los californianos.

Que Dan Auerbach tiene una capacidad ilimitada para crear melodías es un hecho, pero me parece excesiva la necesidad de hacer cantar de forma explicita: («sing it!») a la audiencia una música que, por lo demás, se basa en riffs de guitarra con sabor añejo.


En el otro lado de la balanza, la amenaza indie que sufre Two Gallants. Demasiado planos, si no fuese por el genial batería, Tyson Vogel, que genera el matiz necesario en cada tema.

Me pregunto que sucedería si juntásemos lo mejor de cada dúo: los viejos riffs y el talento y precisión de una buena batería. Eliminemos el exceso de tarareos y mantengamos la puesta en escena con imágenes en blanco y negro de granjas yanquis y planos imposibles del escenario. Mantengamos la frescura de cada nuevo ritmo y el sabor a algodón recién recogido. Maldita sea, el siglo XXI vuelve a echar la vista atrás, y yo, encantado, lo hago con él.

POR CHAQUETÓN

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