The Smashing Pumpkins recopilaron caras b y demos en Pisces Iscariot.

De la jubilación en el rock

Hace unos meses tuve la suerte de asistir, bueno, de suerte nada, que mis euros me costó, al concierto sorpresa que The Smashing Pumpkins ofreció en la Sala Arena de Madrid y me surgieron unas cuantas dudas existenciales durante la hora y media de nostalgia automasturbatoria.

La cosa es que, no nos engañemos, en la sala se masturbó el señor Billy Corgan y todos y cada uno de los (treintaytantoañeros) presentes.

The Smashing Pumpkins dieron un concierto en Madrid con Billy Corgan pero sin James Iha, Jimmy Chamberlin y D'arcy Wretzky.

Sesenta minutos de caras b y demos.

Digo esto porque a diferencia del concierto que dieron en La Riviera meses antes, al que un criminal horario laboral me impidió asistir, esta vez no se empeñaron en reivindicar las canciones del futuro disco y se centraron en repasar sus temazos de antaño, de hace tanto tiempo que el acné volvió a brotar en nuestras caras… ¡habíamos vuelto a 1995, joder!

En fin, el tema es que, dejando a un lado mi fanatismo, empezó a rondarme en la cabeza una pregunta: ¿qué debería dictar la edad de jubilación de un músico?

Supongo que debe de ser muy duro que los críticos musicales y tus propios fans te digan que, a los cuarenta y cinco años, tu carrera está acabada, que no tendrás más éxitos con los que emocionar a una generación y que tus nuevos discos serán un mero trámite para poder verte tocar en directo tus canciones de hace 20 años. Supongo que será parecido a que me dijeran que mis mejores noches de fiesta han pasado a mis treinta años y que, por favor, deje de hacer el ridículo y suelte de una vez ese calimocho con licor de mora (esto último interprétese como metáfora), ¡yo tampoco lo aceptaría!

Tonight, Tonight, de The Smashing Pumpkins, 1995

 

Curiosamente en el concierto hicieron una versión muy eléctrica de Space Oditty, de David Bowie, la estrella del rock más famosa oficialmente jubilada, claro que se trata de una jubilación forzosa por una dolencia en el corazón.

Resumiendo y bajándome de las ramas, ¿hace Billy Corgan el ridículo tocando sus míticas canciones junto a un batería que podría ser su hijo?, ¿es o no lamentable pedir al público en pleno concierto que compre su inminente nuevo disco aún sabiendo perfectamente que las mejores grabaciones que es capaz de hacer se llevaron a cabo años ha? Pues, puede ser, pero lo que fue la noche del concierto, y lleva siendo desde el famoso 1995, es la carne de gallina que una y otra vez me produce la oda al amor naïf Tonight, Tonight y lo que nunca se jubilará es mi amor por mi primera cinta que tuve de ellos (el disco de caras B Pisces Iscariot) que conseguí a través de la hermana de un amigo y cuya distorsión, probablemente acentuada por el deterioro del sonido grabado de una cinta a otra, todavía permanece en mi cabeza desde hace década y media, y desde el 24 de mayo de 2012.

Por Parca

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